martes, agosto 10, 2010

Lo que fue mi París...

Es necesario el bajón del vuelo, y en todo sentido; es necesario. La oportunidad de conocer por primera vez algunas partes características de Europa fue exquisita como una pequeña asomadita a esa diversidad de realidades, que mis cinco sentidos no conocían en su pasado. Al menos en esta vida. Si hubiese tenido que quedarme a trabajar o estudiar, hubiera requerido más de un mes para asimilar que pisé esas tierras. Regresar a mi terruño me ayudó a simplificar lo que más me asombró.

Sena de noche.
Foto: Karenina Casarín


Llegué a México el sábado pasado (Dragón Auto-existente Rojo, según el tzolkin) después de 26 días en otras latitudes que en giros, es como ir en contra de la soleada rítmica que se da el planeta bajo su propio eje. En vez de describir que volé 11 horas tiempo humano, -aquel 11 de julio- aseguro la pérdida de un día entero de 2:10 de la tarde a las 8:00 am del siguiente día, mientras que en mi tierra seguían dormidos disfrutando la madrugada. Ocho horas adelantada, sin resaca del vuelo y con adrenalina que me abría los párpados; aterricé en París, Francia.

La luna es nueva, son inicios de verano europeo y los urbanos huyen de capital mientras que los turistas se acercan. Los que se quedan a trabajar saben ahora quien es su público, su cliente o su víctima. Todo es color turismo, con ofertas y tráfico en exceso de peatones.

Foto: Karenina Casarín

Sí existen diferencias con el mundo de donde provengo, pero no las percibía en los visitantes europeos a mi país; sino hasta que toqué su forma de ensalsar la cotidiana forma de vivir en sus dominios. La sociedad que se mezcla con musulmanes, orientales y latinos; su naturaleza como las pomposas y pequeñas nubes, el clima húmedo, los árboles con hojas desconocidas; su increíble política de agua potable gratuita en cada fuente con figuras de mármol, piedra o cemento. También lo percibí en el interés de relacionarse con los extranjeros y sus estrategias para lograr acuerdos, amistad, consumo o fronteras.

Uno de mis objetivos en esta ruta pequeña por Francia, Italia, parte de España y Cataluña; fue visualizar más, lo que viajó por barco a nuestras tierras y qué se injertó de manera automática allá por el siglo XVI. Antes de este viaje veía que la avaricia, la conquista, la religión y la tortura eran los principales recuerdos de los mexicas ante los europeos… porque actualmente la generalidad nos quema en esas acciones. Ahora después de regresar, confirmo lo reflexionado y sumo una tristeza más. ¿por qué no nos ingertaron también la precisión y puntualidad, el gusto al culto o la apertura mental a las diferencias? Requiero de más pasos para profundizar, pero de esta caricia de información, revuelvo varias opiniones al respecto en mi cabeza.

Foto: Karenina Casarín

La historia de los poderes fácticos en familias reales que envolvieron a grandes artistas, científicos y pensadores; es una basta razón para entender la alabanza –o aceptación- a los poderes actuales de gobierno, pero no es la justificación para continuar engañándonos bajo su mando. ¿Cómo comparar la belleza de una escultura del encuentro entre Afrodita y Cupido, con el cuerpo entero del Rey Luis XV de Francia? ¿Cómo inspirarse con la historia de los misioneros de San Galgano en la Toscana, en comparación de la riqueza aún presumida y no utilizada de la Ciudad del Vaticano? Para mi vale más el símbolo que provoque normalizar el amor como un modus vivendi para el triunfo en vida, que conocer el mayor gasto de esperanzas de un pueblo en costosas mejorías a la egolatría y el opio para olvidar su infelicidad.

Caminé y caminé. París se enalteció en mi búsqueda de bellos espacios, mejores áreas para la bicicleta, en la recuperación de la historia y la convivencia civilizada, pero cayó de mi gracia por su antipatía en los habitantes sobre quienes no hablamos francés. La delicada y admirada figura de su cultura se rompe en desencanto cuando uno no tiene ni idea de cómo pedir un panini en su idioma. Por ello, compré un bocadillo con un señor de Sri Lanka y bebí agua de la fuente más cercana.

Foto: Karenina Casarín

Disfruté tomar un autobús y el metro para llegar al centro pero no pude disfrutar de las bicicletas del sistema Velib ya que mi tarjeta de crédito no fue aceptada. ¿por qué? La máquina señaló que no disponía del crédito ni para el deposito de 150 euros. Sin hablar francés, ni dialecto de máquina anti-tarjetas mexicanas, me dispuse a caminar por horas y días en aquella impactante y bella ciudad.

Foto: Karenina Casarín

Disfruté un concierto de Alpha Blondi frente al Hotel de Ville, una botella de Cotes du Rhone por la noche frente al Sena y la multiplicidad de músicos en las calles del viejo mundo europeo que da giros en los recuerdos de millones en el mundo. Mi París se cargó de encuentros, de posibilidades, de reflexiones y excitaciones; de ensueños y patria francesa en su fiesta de independencia. Mi París rondó por los cafés de las esquinas, los museos, los puentes y la librería Shakespeare. El París que se me presentó sombrío en una mañana de lluvia, me despidió con el sol al atardecer que me recibiría en Venecia.

“No todo lo que veo lo quiero escribir, pero sí todo lo que observo lo puedo sentir”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, Princesa.
Tu mago agradecido.

Anónimo dijo...

Precioso Princesa.

Tu mago agradecido.

Kouka Nicoya dijo...

Qué hermoso relato! Ah me recuerda esas tierras! Gracias por el viaje!