lunes, abril 03, 2006

La noche en Artigas...

Los planes continuamente cambian…mañana, tarde y noche…
Uno de esos días, pensábamos tomar la ruta hacia “Piedra pintada” una tierra nombrada así por la casualidad natural de una piedra que emergió de la tierra y después del paso del hombre, muestra figuras que desde hace muchos años representa el arte prehistórico. La intensión del siguiente viaje era acampar una noche en este lugar, saliendo de Artigas a las 5:30 para tomar el segundo y último omnibus que partía hacia Piedra pintada ubicada a unos 50 kilómetros pero durante la caminata hacia el cerro, Mingo, Kali y yo encontramos a un personaje único. Este hombre se llama Eduardo y es enólogo. Kali trabajó con él hace un par de años para acercarse a la práctica de hacer vino. Ese día nos invitó a presenciar la noche en el punto más alto de Artigas para observar y escuchar lo que las estrellas manifiestan en ese horizonte, mitad uruguayo mitad brasileño.

Nos sentamos bajo la sombra de un árbol paraíso para charlar sobre su vida y sus aspiraciones en el campo, nos leyó una nota que publicó en un diario de la ciudad sobre la vida de su saimirí -una monita de la selva amazónica- asesinada por unos borrachos de paso. Madre de los tres saimirí que jugaban alrededor nuestro.

Durante la charla nos ofreció agua fría para compensar el calor del medio día y pera en almíbar para endulzar la charla. Al cabo del tiempo, caminamos hacia la parte trasera de su casa hacia los viñedos y el cultivo de tacuara-bambú- que ha trabajado y visto crecer desde los 12 años. Eduardo vivió un tiempo en la ciudad disfrutando los privilegios de un trabajo en ventas, ahora mantiene su felicidad en el campo y en la naturaleza que -como ambientalista- busca preservar y cuidar.

La noche en CEFFA [Centro de Estudios Fauna y Flora de Artigas] con Eduardo y su esposa Jane nos regaló un cielo lleno de estrellas y la visibilidad perfecta para ver mpas allá de la ciudad Artiguense. Cenamos sopa de verduras con arroz y chapatis –pedazos de masa aplastadita al fuego- y vino casero.

La música del acordeón y las ollas en nombre de los tambores cerraron la cena al compás de la canción que habíamos escrito entre Areli y yo con la música de Mingo la tarde anterior en la plaza de la ciudad… y entonamos:

Y muy solitario que me siento yo ahora
Viendo el reflejo del mundo y sus memorias
-Viendo- esclavizados seres que gritan libertad
-sintiendo- nuestra lucha de ideas
Que promueven la verdad
-viviendo- Aquí y ahora… aquí y ahora…

Manipulados por esta maldita sociedad
Chiquillos educados para nada cambiar
-ya es tiempo-

La acción de poder es cuestión de hacer
No de oprimir y dejar de ver
A nuestra gente que llora y debemos ayudar
Y al sistema político debeos derrocar

Que se quemen en la hoguera
Que se quemen en la hoguera
Que se quemen en la hoguera
De su propia maldad

El cielo mostrará por la mañana sus faldas nubosas llenas de agua. La lluvia está por comenzar- aseguró Eduardo –duerman dentro de la construcción, sino se mojarán.

Duramos otro par de horas contemplando el cielo. Entre estrellas fugaces y luces irreconocibles, nos fuimos a dormir entre nuestras maletas y la perra “Chicha” decidida cuidar nuestro sueño desde la puerta de la construcción en obra negra donde nos resguardábamos.

En la mañana siguiente un rayo desde el cielo retumbó por todo el horizonte norte. Desperté del sueño inconciente para confirmar el retraso de viaje: la lluvia había empezado a caer.

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