martes, septiembre 19, 2006

Una mirada más...

A media noche del viernes estaba lista para salir hacia calles tapatías, grandes escenarios del barullo redituado al grito de independencia conmemorado una hora atrás.
Llegué a casa para preparar mi viaje a la capital del país: Una chamarra, la cámara de fotos y un cuaderno. Estaba lista.
A las 2:45 salió el camión hacia México D.F. y después de siete horas, el amanecer detrás de grandes nubes de smog afirmo mi destino. A mi llegada, algunos compañeros delegados de la Convención Nacional Democrática nos reunimos en la estación Hidalgo del metro para presenciar el desfile militar. Con las 10 de la mañana en el cielo, el desfile aun no pasaba por Reforma así que varios peatones caminaban libremente por la avenida sin sorpresivos automóviles a sus espaldas. La atmósfera irradiaba una emoción y respeto para los mexicanos próximos a marchar, que; como describió AMLO en la explanada del zócalo -Son hijos, hermanos y padres del pueblo mexicano-
Pasamos al lado del Sanborn´s de los azulejos tan solitario en su interior y tan repleto en los alrededores por la presencia de vendedores ambulantes. Conos de crema, churros dulces, atole y ezquite eran el menú de la mañana. Entre la vendimia de la improvisada área de juguetes, muñequitos con pies y manos de plástico eran promocionados al pegarlos en una pared de azulejos negros. Esto, a causa del lanzamiento que vendedores y paseantes divertidos dirigían hacia la pared contribuyendo al reconocimiento de la venta. Existían alrededor de 80 monitos pegados desde sus extremidades y bajando lentamente a causa de la gravedad.
Mientras desayunábamos quesadillas de maíz con hongos y queso, el desfile pasó por Pino Suárez. La representación de cada escuela militar especializada en México conmemoró el 196 aniversario de la Independencia por las principales calles de la capital. La Marina, Seguridad presidencial, Aérea, la Medico-militar, de rescate y regimiento blindado de reconocimiento fueron algunas escuelas que desfilaron frente a nosotros.
Los Gestos rígidos no ocultaban el silencioso cansancio que después de varias horas de marcha bajo el sol, se desbordaba en sudor por su -tan- humano desgaste. Algunos ojos militares rompían la tajante visión desde el vacío para observar a su público que gritaba, aplaudía o grababa imágenes de su presencia. Un señor frente a mi aventaba confeti y rosas a los pies de los marchantes y -cuando había oportunidad- hasta dentro de los tanques. Aumentaba su felicidad cada que los “compatriotas” a su lado regalaban aplausos a los protagonistas del acto. La pintura de los transportes del ejército se veía tan nueva y poco usada que imaginé un recién retoque.
Yo miraba atónita las grandes máquinas que estos sujetos dominan con su gran resistencia física y su disciplina. La enseñanza -pensé- no los prepara para decidir por si mismos quienes serán sus próximos enemigos, sólo saben defender por un término ambiguo “seguridad nacional”. Mi impresión no se derivaba del mensaje de guerra sino de los miles de mexicanos -20 mil cuerpos según el secretario de defensa- enseñados a luchar por el camino violento para una impuesta “tranquilidad ciudadana”.
El desfile militar terminó con el cuerpo de reforestación y rescate a las 11:45 del día y las delegaciones de la Convención habían sido citadas hasta la una de la tarde, en el monumento a la revolución. Teníamos una hora para visitar a un amigo por la estación Xole del metro. Tomamos agua y energía en su casa para seguir con el evento del viaje: la Convención en el zócalo.
Llegamos al monumento de la Revolución a la 1:20 cuando la delegación de Michoacán ya marchaba hacia el centro capitalino. Jalisco aún no se integraba, pero nuestra emoción quería avanzar por Reforma. Observé un poco de desorganización en las delegaciones por no cumplir la unión a la hora establecida pero el fervor del próximo “hecho histórico” en donde todos participaríamos era la justa motivación para comenzar a marchar.
Salimos a la 1:30 del monumento hacia el zócalo, entre la delegación de Tijuana y algunos de Jalisco. Por el camino, escuchaba oradores con altavoces declarando los puntos que serían votados en la convención. Un sujeto con camisa amarilla y un “peje” en la playera gritaba –compañeros, tomemos las armas de la sabiduría y propongamos que el pueblo solucione los problemas nacionales. No más burocracia. Propongamos un Consejo Electoral hecho por y para el pueblo. Exigimos que se elimine el IFE y exista el CEPM, Consejo Electoral del Pueblo Mexicano constituido por indígenas, campesinos y obreros, no por políticos corruptos y desvalorados-
Playeras del peje, de la Convención democrática, sombreros con brillantina, pines, imanes, matracas así como comida, burbujas, sueteres y relojes no perdieron la oportunidad de ser intercambiados por unas cuantas monedas.
-Lleve su sombrero a diez, a diez el sombrero- gritaba un sujeto que cargaba decenas de sombreros de paja en los brazos. -¿a diez? ¿Escuché bien?- me preguntaba. No quise quedarme con la duda y le mencioné a un amigo si era cierto el precio exorbitantemente barato. -si señorita a diez- me confirmó el vendedor. -Pues déme uno- afirmó mi novio poniendo el sombrero en mi cabeza tan caliente a causa del sol.
Por el lado derecho, se asomó el hotel Sheraton rodeado de granaderos. –Ni quien le quiera hacer algo a ese mugroso hotel- vociferó un compañero de la delegación. –aparte venimos en resistencia pacífica- concluyó. Al tiempo que sonreí voltee a ver un hombre de facha vagabunda. Mostraba sus rosas rojas que vendía a un considerable precio. El fondo ocular de su venta era rellenada por granaderos frente al hotel. No esperé en registrarlo en una fotografía.
Pasamos el Bellas Artes y la Latino entre tambores, música salida de grandes bocinas y silbidos de trompetas. Con consignas del Frente Democratico, del Partido Revolucionario y del líder de la Coalisión por el Bien de Todos el escándalo masivo irradiaba energía.
-¡Mira! ahí vienen los novios- gritó una mujer frente a mi -¿Quiénes?- le respondió su compañera –los novios que se acaban de casar- replicó. Dirigió su dedo atrás de mí, ella y su amiga observaron. Mi curiosidad ordenó a mis ojos voltear percibiendo una pareja vestida con ropa de manta blanca y unas flores en la mano. Supuse que eran ellos y sumados a la marcha gritaban: -Obrador, aguanta el pueblo se levanta-.
Llegamos a la plancha del zócalo. El final de la calle Pino Suárez por segundos se convirtió en un embudo ya que la gente caminaba lentamente para salir a la explanada. El sol dirigía sus rayos directo a nuestras cabezas recordándonos la necesidad de agua. Los vendedores pronosticaron esta venta y mostraban helados a tres pesos, agua de jamaica y tepache bien frío.
Casualmente encontramos a unos amigos acompañados de Verónica Isoard maestra del ITESO y Rosana Reguillo quien nos invitó a entrevistarnos mas tarde. -¿por donde estarán?- nos preguntó -Vamos a la delegación de Jalisco; allá nos vemos- le dije.
Eran las 2:30 de la tarde, el final de las masas entrando a la plancha del zócalo era incierto. Mi estómago imploraba comida y con la necesidad de ir a buscar la delegación de nuestro estado contribuí para un encuentro con algo que me espantara el hambre. Una indígena proveniente de Oaxaca vendía tlayudas a 10 pesos y junto con un tepache compartimos el aperitivo con nuestros compañeros sentados frente al asta bandera.
Mi vista alborotada leía centenar de carteles a favor del movimiento. Mensajes desde “Fox traidor” “si no hay solución habrá revolución” hasta “Mi patria esta hecha jirones y estoy triste” complentaban el mensaje de los cientos de miles de mexicanos nombrados como delegados y orgullosos portadores del gafete de la Convención Nacional Democrática. Entre mordida y mordida a la tlayuda encontramos un módulo de información que nos dio pistas de donde se concentraría la delegación jalisciense. -Estará al lado de la 5 de febrero. No hay pierde a treinta pasos de aquí-
Una nube negra proveniente del sur amenazaba con pasar por arriba de nuestras cabezas pero lo caliente del sol no nos inmutó del peligro líquido, hasta que las gotas de lluvia interrumpieron las preguntas de Rosana Reguillo por su entrevista.
Paraguas, periódicos y pancartas a favor de AMLO resguardaban a la gente del agua. Yo con solo una playera sin manga y mi morral lleno de papeles sobre el movimiento me acerqué al paraguas de unos compañeros del Estado de México que me invitaban a compartir. Conocí sus intereses futboleros y políticos mientras la lluvia mojaba grandes pedazos de nuestros cuerpos que no eran cubiertos por el paraguas. La calidez de las personas se sentía incluso mientras la lluvia amenazaba con seguir y provocar la huida de algunos compañeros. Los gritos y consignas no paraban “¡ni el agua ni el viento detiene el movimiento!”. Un barullo desde la cercanía del presidium sorprendió nuestro instinto de voltear. El equipo de López Obrador salió bajo pequeños paraguas para unirse al pueblo en la misma posición. La resistencia al agua por parte del líder y su gabinete motivó a las almas mojadas del zócalo para no moverse de su lugar.
La lluvia dejó de caer a las 5 en punto de la tarde. Centenar de personas sudorosas comenzaron a salir de los pequeños techos que protegían a cantidad de gente mayor que la acostumbrada a caminar por ahí. Otros mojados por la lluvia exprimíamos nuestra ropa y registrábamos los daños de las pertenencias.
A las 5 con cinco minutos el sonido se conectó, una grúa elevó la pantalla más de 10 metros y comenzó la transmisión. Elena Poniatowska arribó al templete. Dando lectura al artículo 39 de la Constitución que describe “el pueblo tiene el inalienable derecho a modificar la forma de su gobierno” fue como empezó su discurso para asegurar la capacidad política del pueblo. Después de ella pasaron Cota Montaño, representantes de partidos del PT y Convergencia, la indígena Hermenegilda Tiburcio Cayetano, el monero Fisgón y otros más que expusieron los ocho puntos que continuamente a estas oratorias, se votarían entre los delegados. Los presentes sumábamos un millón 25 mil 724. -¿Quién está a favor? ¿Quién está contra?- preguntaba Jesusa Rodríguez, la secretaria desde el panel y entre la mayoría de los presentes daba como afirmativa su respuesta. La mas debatida fue la fecha para la toma de posesión presidencial. El aproximadamente 70% aseguró el democrático acuerdo para el 20 de noviembre.
Entre los asistentes se encontraba la Goya de la CGH que en tiempos inoportunos gritaban su porra o su amenaza –oioioooi el que no grite es un panista maricón-
Otros delegados cansados de las varias horas frente el panel, se sentaron en un pedacito de piso seco encontrado entre los charcos, para resguardarse del aire frío próximo al atardecer.
La demanda de los mexicanos por un país con más oportunidades para los pobres fue el mensaje declarado como prioridad por el Frente Amplio Progresista, grupo político encabezado por AMLO en colaboración con partidos de izquierda, organizaciones civiles, obreros, indígenas, campesinos, estudiantes, maestros, gays e intelectuales
A las 9:00 p.m. terminó la Convención con la declaración e invitación a un desalojó paciente del zócalo por parte de la secretaria.
La música de las calles se escuchaba al son perfecto para que los convencidos en bailar siguieran el ritmo mientras se alejaban del centro histórico. Las masas reunidas y salientes del centro histórico gritábamos entre tambores y aplausos “si tu pasas por mi casa y tu vez a mi mamá... Tú le dices que hoy no me espere que este movimiento no da un paso atrás…”
Después de varias horas de espantar el hambre nos dispusimos a comer, en la esquina del periódico Excelsior, unos tacos de chile relleno con arroz.
A las 11:30 de la noche el camión delegación Jalisco salió desde el monumento a la Revolución hacia tierras tapatías. Dadas las siete de la mañana descendimos con los pies entumidos del cansancio, los ojos hinchados del dormir a medias y la gran motivación de invitar tres corazones más para vivenciar por si mismos una reflexión “real” sobre la próxima fecha histórica: el 20 de noviembre.