viernes, septiembre 19, 2008

El paseo del viernes

Andador peatonal Escorza

Por la ciudad sigue cayendo agua. Las calles huelen a tierra mojada, el aire se siente más limpio y si es por la noche, hasta dan ganas de pedalear unas cuadras.

Pero hoy por la tarde al suroeste de la ciudad, el tronido del cielo daba escalofríos y presentí que gordas nubes se cruzarían en mi camino. Me subí al tren ligero para volver a superficie en el Parque Revolución, donde observé los escalones mojados y la Federalismo inundada… también López Cotilla y parte de la banqueta roja del parque.

Cada paso que daba era más aventurero, por las inciertas profundidades de grandes corrientes de agua. Las parejas contemplaban, algunos se resguardaban, y otros enfrentaban el río con pasos firmes mientras que ciclistas descalzos seguían su ruta de camino. Al ser pocos en las banquetas y comenzar a disfrutar el impresionante caudal voltee a mi derecha y encontré conmoción, cansancio, mal humor y alegría. Todo en una ciudad caotizada por una inundación poco vista en la ciudad, y eso que aquí llueve muy fuerte.

Plaza del Expiatorio como una gran alberca reflejaba los colores de la iluminación en locales y casas. Tiendas inundadas, pisos de agua, charcos oscuros y grandes caudales. ¿Qué es esto? ¿Acaso una tromba de una hora es la única causante de esto? Por supuesto que no.

El sistema de drenaje con un límite de uso muerto en el pasado, no resisten grandes cantidades de agua que por naturaleza siempre han fluido por ahí. Todo lo que sube baja y aquí, el agua baja y baja y baja hasta ciertos “embudos” de la ciudad (entre ellos el centro de Guadalajara) que inspiran al caos, horas perdidas, resentimiento al cielo y muchas más molestias urbanas.

Solo una pequeña demostración de lo que sucedió en dos cuadras de esta Ciudad Guadalajara. Entre transeúntes, ciclistas y automovilistas se intercambiaban diálogos humanos y ruido desde su medio de transporte.

-Pero querían peda ¿verdad?- comenta entre dientes y risitas, un chico a sus amigos.
-Hay que seguir caminando. La cosa es acercarnos a la casa- impera una madre a sus tres acompañantes de edad joven que iban tomadas de los brazos.
-Está bien canijo- sentencia una mujer en la esquina inundada y por donde veloces coches pitaban y rugían al moverse.

Avenida Juárez y E. Díaz de León

Una hora de lluvia, y algo más…

miércoles, septiembre 10, 2008

Haus der Kunst

Recuerdo aquel diciembre, cuando recargado en el closet de mi cuarto posó su presencia en esa reunión esporádica de conocidos. Una semana después, me preguntó “¿no te gustaría trabajar aquí? No se gana mucho dinero pero se gana mucha familia”. Y así fue.

Foto: Karenina
Final del último Pneumus en Haus


Dos años después de trabajar en el Haus der Kunst, recuerdo que este lugar con colores vivos de gran profundidad incitaban entre el amarillo, rojo y azul la capacidad para encontrar y reencontrar seres humanos que se convirtieron en familia.

Quienes tejimos en los recuerdos las últimas palabras de Helmut Kohl para el Haus der Kunst y suspiramos el ritmo añejado del jazz al final de la noche; quienes sentados afines al vacío del pasillo contemplamos el ritmo contagioso del Haus… de la casa.

Foto: Karenina
Palabras Helmut

A todos los que compartieron en sus paredes momentos de júbilo, sensación y ensoñación son penetrados por aquel arte, nacido en galerías y reproducido en el aire, el sabor, las miradas y las madrugadas, cuando al cerrar sus puertas de madera añejada, la ciudad es perfecta para caminar.

Foto: Karenina
Jazz en la calle

Recordar el despegue de grandes músicos afines a las altas paredes, caminar por los cuartos con el vacío disonante de diez años de arte, observar la mesa tres y cinco siempre ocupadas por adictos al ajedrez, y yo disfrutando el ir y venir de charolas, charlas y pedidos.

Foto: Gerardo Monroy
últimas mesereadas

Más que describir la presencia de cada uno en el Haus, la familia se tejió por los encuentros circunstanciales de seres en un lugar para sentir, para degustar; para re-encontrar y alejar, para probar y saborear con el toque de música al desborde del placer.

Foto: Cecilia Suárez
Por la entrada al final

A los pintores, escultores, músicos, clientes, paseantes, equipo de meseras y meseros se les recuerda que el Haus der kunst, donde obtuvimos una que otra mirada y sentimos uno que otro espíritu, es ya un punto de fuga para muchas inspiraciones. Agradezco el ir y venir de almas en aquel pedacito de casa, compañía de muchos en el mundo que sigue trotando y rotando.


Y como buen hasta luego cierro un proceso que me acompañó por la mejor etapa de in-volución de vida. Y como buena melancolía sellada con la sonrisa típica de sentimientos encontrados digo adiós… para abrir el siguiente camino.

Foto: Voluntario

Haus team