lunes, abril 23, 2012

El tejido de esta cadena

En idioma Kakchiquel Qat´oq´i ixoq´i es lo que en español entendemos como “apoyémonos en colectivo como mujeres”. En la Colonia San Andrés, comunidad en San Lucas Tolimán, departamento de Sololá, 25 mujeres se nombran así desde que comenzaron a reunirse en casa de Lucía Cuj. 

Foto: Patricia Karenina

A las faldas del volcán Tolimán en el 2005 la tierra se escurrió destruyendo todo a su paso. Diversos poblados entre ellos la finca Pampojilá fueron golpeados después de un par de días de lluvias torrenciales. Damnificad@s y herid@s por muertes o perdidas dolorosas decidieron recomenzar en ese territorio nombrado San Andrés, que son los asentamientos de lo que quedó de otro escurrimiento de tierra en el año 1956. 

El paisaje con el abuelo de fuego es un suspiro pero también requiere atención por su fuerte carácter. Sea en agua, fuego, aire o tierra, al vivir cerca de volcanes es importante no olvidar que esta vivo y reacciona. La respiración de la melancolía aun viaja en voces y muecas de los habitantes mientras que la crisis que pega en la mayoría de los seres humanos, es el antagonista principal de sus historias.

Apoyarse en colectivo es un requisito para la mayoría de las poblaciones y algunos saben que comprometerse como forma de vida es lograr sobrevivir positivamente. El Buen Vivir -término que comenzaron a trabajar los aymara y mapuches- crece al ritmo de la solidaridad, el apoyo mutuo y el respeto a lo que es diferente, por ello lograr organizarse en colectivo es un reto de constante corazón. 
De origen kakchiquel, las mujeres de San Andrés en general saben tejer en telar de cintura. La mayoría desde los nueve años aprendieron este complejo arte para crear en alrededor de 15 días güipiles (blusas con tejidos) y perrajes (chales gruesos para cargar bebes u objetos pesados). 

El tejido es un sacrificio. De tiempo y paciencia al aprenderlo, de atención y cuidado al perfeccionar la técnica, pero sobre todo de esfuerzo y pre-ocupación cuando se busca solventar necesidades del diario vivir. 

Entre los labores del hogar -a los que le llaman oficio-, cuidar a los hijos, y resentir la crisis económica cuando sus parejas no alcanzan a abastecer para las necesidades familiares; diversas féminas mayas han tratado de vender su trabajo artístico, pero no es nada fácil. En un mundo acostumbrado a lo rápido y barato, el arte indígena ha sido desvalorizado abaratando sus costos y renunciando a facilidades para que las ventas sean directas de creadores y no de intermediarios. 
Sin embargo, “Qat´oq´i ixoq´i” a partir de lo que les gusta y saben hacer, buscan opciones para lograr sustentar el alimento de sus familia y/u obtener un ingreso económico. 

Observando el documental sobre Honduras.
Foto: Patricia Karenina
Desde hace mas de un año, Edgar Ixcayá un compañero miembro del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe [MAELA] apoya a este colectivo de mujeres desde sus plataformas laborales en organizaciones guatemaltecas como la organización internacional Vecinos Mundiales y el Colectivo independiente Aj Mayón. Su intensión se vincula principalmente con los primeros pasos de la soberanía alimentaria como es un huerto de traspatio iniciando con plantas medicinales, legumbres o tubérculos y según las necesidades y recursos otros mecanismos para la alimentación. Él conoció la disposición de este grupo de mujeres y las ha estado apoyando también en las necesidades precisas de las compañeras como en el caso del tejido. Es ahí donde me propuso apoyar en algo y donde se me ocurrió crear este video. Aparte de generar una motivación de nuestras compañeras por su hermoso trabajo como mujeres y artesanas, también conocer esta realidad es un regalo.  

Les comparto este video que construí a partir de una sola grabación cuando se reunieron las compañeras por una propuesta de Vecinos Mundiales para que les compartieran información sobre salud, proyectarles un documental hondureño sobre la “metodología en cadena “con la producción de pollos y registrar su trabajo para un apoyo “de una mexicana que no parece mexicana”.

La propuesta de este video es que si sabes o conoces alguna forma de apoyar el  trabajo de las compañeras, te comuniques con ellas (en el video viene el teléfono para contactarlas). 



martes, abril 03, 2012

El alambre y las venas de agua.


Encontrar agua no es tarea de quien tiene un aparato tecnológico, nació con un don o compra un mapa de venas de agua. Encontrar agua se vuelve un logro para cualquier ser humano con la técnica del alambre que nos enseñaron en la comunidad de Choquí en Quetzaltenango.

Como parte de la semana de agroecología de la escuela de occidente, realizada del 19 al 24 de marzo en Xela departamento de Quetzaltenango, se hacen giras de campo, que son visitas a parcelas de compañeros y compañeras que han logrado resultados con procesos agroecológicos.

El Coca buscando agua
Foto: Karenina Casarín
En el tercer día conocimos esta técnica del alambre de púas para saber dónde hacer un pozo de agua. El proceso consiste en tener de 90cm. a un metro de alambre de púas, tomarlo ligeramente de los extremos con las manos y pegarlo a la altura de los riñones pero por la parte de enfrente. -Arribita de los huesitos- como describía Don César al explicarnos.

Lo que no hay que olvidar es que somos un imán de agua y por ello con pasos lentos caminamos en línea recta tratando de sentir algún movimiento del alambre mientras avanzamos. Reitero, sin olvidar dar cada paso lentamente. Si el proceso fue bien hecho y existe agua por ahí, el alambre comenzará a moverse y torcerse frente a nuestro rostro. Hay que tener cuidado de que las púas no vayan a lastimarnos ya que su movimiento suele ser brusco. Después de que se logre, sigamos caminando hasta observar cómo el alambre se destuerce para saber donde termina la vena de agua. 

Esta técnica me hizo recordar el libro de Isabel Allende “Inés del alma mía” cuando ella, esposa de Pedro de Valdivia, aquel conquistador de Chile, encontraba agua con una vara. Muchos veían esto como un don pero ahora sé que sólo se requiere paciencia y observación.

Karenina se le torció
Foto: Marco Antonio



Dentro de la semana de formación, el compañero Rolando Lemus de la Asociación Plataforma Agraria mencionó algo que no hay que olvidar en este proceso de trabajar el campo mejorando las técnicas de la agricultura tradicional pero sin devastar con tecnologías químicas como lo hace la agricultura convencional. Lemus señaló que “En la agroecología se necesita perseverancia ya que lo que no funciona tiene que ser evaluado. Intentarlo una y otra y otra vez porque muchas veces tomamos estos intercambios como receta y no lo son”. Difícil reto para estos tiempos devastados por la urgencia, pensé.

Recuerdo que en noviembre que visité por segunda ocasión Guatemala conocí esta técnica en Totonicapán con los compañeros de SERJUS, sin embargo no lo logré. Pero en esta ocasión en Choquí conecté mi mente y corazón con la tierra sin pensar cómo l@s compañer@s me observaban a ver si lo lograba o no. Y así, las venas del agua se ligaron con mi agua interna reaccionando con el “torcidón” de alambre. Sé que la práctica hace la experiencia y espero pronto volver a intentarlo.

En este casi mes que he caminado con “Manos de tierra” me he dado cuenta que existen campesin@s que creen que la agroecología nos sirve porque es de lentos resultados. El gran antagonista de la agroecología es el hambre, reacción de la devastación de la Revolución Verde y no de que a la naturaleza le hagan falta recursos. Todo está enredado en las mentes de much@s campesin@s sin embargo, estos procesos de formación han regresado la esperanza a much@s de ell@s que siguen intentado o ya son ejemplo en sus comunidades de que la agroecología al ser lenta, significa que su fortaleza está en la calidad de vida, en ese Buen Vivir con armonía, no en un vivir mejor con competencia y cantidades masivas de dinero. En este camino de la soberanía alimentaria, el sistema capitalista, sus técnicas veloces y devastadoras ya no son parte de la apuesta. 

Se quema nuestra madre.


En mis primeros días en Guatemala pasé varias veces de Sacatepequez a Chimaltenango para ir de casa, a la organización REDSAG. Fue ahí cuando me topé con las quemas intencionales al bosque, herido por el capricho humano de la obtención de ganancia monetaria. Días después platicando con compañeros campesinos se me quedó una frase que comparto junto con estas imágenes.