El sol difumina pinceladas sobre las nubes rosadas. La mayoría de las necesidades citadinas probablemente omitan el evento natural del horizonte. Causalmente mi prioridad urbana hoy se le facilita la contemplación. Me dirijo hacia el Este en una de las banquetas de Avenida Vallarta en busca de una tienda de video. Necesito material de registro en imágenes.
Mi cabeza se dirige a todas direcciones. La vida humana adquiere un ritmo perpetrante, sincopado con las extrañas líneas de nubes en el cielo que cada segundo se decoloran más. Cruzo Federalismo y continúo por la acera del Ex Convento del Carmen.
Un hombre mayor con pantalón de vestir color oscuro, barba preponderante, enlazada con cabellos oscuros revueltos entre algunas canas; observaba la publicidad cultural del museo. Me enamoré de su mirada, de su postura, tan semejante a esa tranquilidad distante de la urbe. Me miró. El ingenuo amor juvenil que sentí hacia el conocimiento de un encantador tercer nivel de edad congeló mis ojos sobre su persona.
Milésimas de segundos después, desperté del ensueño al instante en que el letrero publicitario tapó su figura. Conté diez pasos, y volteé de reojo sintiendo su mirada hacia mi.
Y fue asi. Nos conectamos tan arcaicamente en la polaridad de nuestro desconocimiento por el otro que era imprescindible deleitarse de nuevo con nuestro encuentro. Pero, tan rápido fue el enlace de nuestro amorío como lo fue el abandono del interés por mí, justificado por el siguiente aviso publicitario del recinto: Fuenteovejuna, una obra cómica de Lope de Vega representada por la Compañía Estatal de Teatro en El Degollado. Fue emocionante nuestra historia y continuó en un inspirado recuerdo sobre algunas prioridades de vida.
La carencia de conocimiento en la generalidad de la población es para mí, una ocupación. Asegurar omisión total de personas no afines a concientizarse en los alrededores, como posibles miembros de mi propia afinidad delictiva es irremediable. Pero compartir siquiera un destello de iniciación a cierta actividad muscular es –en mi persona- irreversible.
¿La esperanza me cega en una probabilidad utópica? No. Mas bien tal utopía es el ritmo con el que quiero “bailarle al precipicio”. El punto de partida es la comprensión de los distintos contextos. Desde el que se construye en un mensaje por difundir –con y en cualquier expresión humana- hasta el contexto que recibe tal mensaje, comprendiendo que sus características lo hacen autentico y por lo tanto distinto al propio.
Sigo mi camino…
Hace una semana las orillas de avenidas como Chapultepec o misma Vallarta, han sido escenario del proyecto artístico Cow Parade, exposición de observación mundial con vacas de fibra de vidrio de tamaño natural con el fin de abrir un espacio de expresión a los artistas plásticos para seguir difundiendo el proyecto. La exposición actualmente se expone en Lisboa, Tokio, Atenas, Boston, Wiscounsin; en fin…
Las posiciones, sensaciones y carcaterísticas de cada rumiante, es según el estilo del artista. Algunas pizpiretas, otras silenciosas y apagadas. Su presencia en el camino del transeúnte pisado cotidianamente es –sin dudarlo- un punto de charla o contemplación.
Antes de llegar a la esquina de E. González Martínez, dos jóvenes en sentido contrario a mi andar, venían charlando. Una pregunta de uno de ellos saltó a mis oídos: ¿Y estas pinches vacas qué? Reí por la inhospitable duda de aquel tapatío. Era de esperarse que su amigo no respondiera algo ligado con –por ejemplo- lo expuesto por los patrocinadores o de los mismos artistas partícipes de la exposición.
Y si supiera sobre lo que simulan las pinches vacas esas… ¿Qué opinaría sobre ello? Posiblemente que no le interesa, pero ¿Cómo argumentaría con un sentido crítico su desestimo hacia las rumiantes?
Conociendo, informándose… investigando.
Puedo comprender su desinterés pero no entiendo su calidad de ignorancia en el cúmulo de información que sus ojos tejen cada día.
Para mi, cualquier ser humano tiene la obligación de saber y conocer un poco más de lo que su cerebro está acostumbrado a creer…
El semáforo de la calle González Martínez estaba en preferente para automóviles al segundo justo, de mi arribo al final de la acera. Contemplé las últimas personas en cruzar hacia el lado de la banqueta donde yo esperaba. Una playera roja asaltó mi visión. miré hacia arriba del atuendo sport mientras escuchaba una pregunta proveniente desde el portador de la playera al rojo: ¿Sabes donde están los artesanos que se ponían en el andador de Pedro moreno? Soy vendedor de piedra ranurada –me dijo- y yo les vendo pero desde hace como tres días que no los veo.
Desde hace una semana el supuesto problema de vendedores ambulantes fue solucionado con estrategias políticas proveniente de alguna oficina gubernamental del estado. Los vendedores que no pudieron o no quisieron locales de una plaza subterránea equipada por la escasez del gobierno; pasaron a peor vida.
Al vendedor de piedra le comenté que por la ley que prohíbe la venta ambulante en el primer cuadro de la ciudad, era la razón. Intercambiamos un par de inconformidades sobre el caso y se despidió. -¿Entonces dónde están ahora?- Me preguntó. –Algunos frente al expiatorio, otros en Chapultepec y otros más en la plaza subterránea- afirme por mis encuentros con ellos.
¿y ahora? Pensé…
…pues nada.
Él seguirá vendiendo piedra ranurada a comerciantes con pocas probabilidades de una venta similar que aquellos tiempos en el centro de la ciudad daban.
Seguí caminando… leer el periódico no sirve únicamente para justificar las molestias por gestiones políticas erróneas –como mencionan algunos- sino para aclarecer lo que uno ve en el diario vivir: vacas pintadas, vendedores fantasmas.
Llegué a mi destino. Tres casettes para registro de video intercambiados por cientoveinte pesos:
Deudas intangibles intercambiadas por
Material mortal
Un balance en la calidad. Un comercio justo… pero
¿Un comercio justo?
Retomando las sesiones de historia de secundaria recuerdo que el comercio se basaba en el trueque entre elementos reproducidos, recolectados o trabajados. Ahora existe un papel que legitima un valor estipulado –representado- por poderes políticos y empresariales. ¿Y nuestras costumbres, estrategias de trabajo… valores?
Aterrizo mi mirada en elementos representativos del sistema urbano: semáforos, zapatos de tacón, código postal, humo gris, zonas verdes delimitadas, casas viejas, basura, ruido, construcciones viejas, publicidad y, lo veo ahí.
De nuevo, abrumado entre la melancolía causada el leer la sinopsis cinematográfica. Ese viejo misterioso y admirable que en un pasado incierto me enamoró ¿importa el nivel de tiempo? Yo creo que lo importante es el nivel de conocimiento que la memoria mantiene agazapada en el olvido. Y que todo ser humano debe recordar.
Para recordar hay que investigar qué hacer, para subir a la acción que volará entre todo ser vivo como magia adyacente a la circunstancia…
…circunstancia remota y a la vez ardiente sobre la piel que el presente no deja curar, por las torpezas de nuestro pasado.
¿Tiempo? La medición del único hermano del espacio es infinito y tan claro…
…que su complejidad es incalculable.
Mi cabeza se dirige a todas direcciones. La vida humana adquiere un ritmo perpetrante, sincopado con las extrañas líneas de nubes en el cielo que cada segundo se decoloran más. Cruzo Federalismo y continúo por la acera del Ex Convento del Carmen.
Un hombre mayor con pantalón de vestir color oscuro, barba preponderante, enlazada con cabellos oscuros revueltos entre algunas canas; observaba la publicidad cultural del museo. Me enamoré de su mirada, de su postura, tan semejante a esa tranquilidad distante de la urbe. Me miró. El ingenuo amor juvenil que sentí hacia el conocimiento de un encantador tercer nivel de edad congeló mis ojos sobre su persona.
Milésimas de segundos después, desperté del ensueño al instante en que el letrero publicitario tapó su figura. Conté diez pasos, y volteé de reojo sintiendo su mirada hacia mi.
Y fue asi. Nos conectamos tan arcaicamente en la polaridad de nuestro desconocimiento por el otro que era imprescindible deleitarse de nuevo con nuestro encuentro. Pero, tan rápido fue el enlace de nuestro amorío como lo fue el abandono del interés por mí, justificado por el siguiente aviso publicitario del recinto: Fuenteovejuna, una obra cómica de Lope de Vega representada por la Compañía Estatal de Teatro en El Degollado. Fue emocionante nuestra historia y continuó en un inspirado recuerdo sobre algunas prioridades de vida.
La carencia de conocimiento en la generalidad de la población es para mí, una ocupación. Asegurar omisión total de personas no afines a concientizarse en los alrededores, como posibles miembros de mi propia afinidad delictiva es irremediable. Pero compartir siquiera un destello de iniciación a cierta actividad muscular es –en mi persona- irreversible.
¿La esperanza me cega en una probabilidad utópica? No. Mas bien tal utopía es el ritmo con el que quiero “bailarle al precipicio”. El punto de partida es la comprensión de los distintos contextos. Desde el que se construye en un mensaje por difundir –con y en cualquier expresión humana- hasta el contexto que recibe tal mensaje, comprendiendo que sus características lo hacen autentico y por lo tanto distinto al propio.
Sigo mi camino…
Hace una semana las orillas de avenidas como Chapultepec o misma Vallarta, han sido escenario del proyecto artístico Cow Parade, exposición de observación mundial con vacas de fibra de vidrio de tamaño natural con el fin de abrir un espacio de expresión a los artistas plásticos para seguir difundiendo el proyecto. La exposición actualmente se expone en Lisboa, Tokio, Atenas, Boston, Wiscounsin; en fin…
Las posiciones, sensaciones y carcaterísticas de cada rumiante, es según el estilo del artista. Algunas pizpiretas, otras silenciosas y apagadas. Su presencia en el camino del transeúnte pisado cotidianamente es –sin dudarlo- un punto de charla o contemplación.
Antes de llegar a la esquina de E. González Martínez, dos jóvenes en sentido contrario a mi andar, venían charlando. Una pregunta de uno de ellos saltó a mis oídos: ¿Y estas pinches vacas qué? Reí por la inhospitable duda de aquel tapatío. Era de esperarse que su amigo no respondiera algo ligado con –por ejemplo- lo expuesto por los patrocinadores o de los mismos artistas partícipes de la exposición.
Y si supiera sobre lo que simulan las pinches vacas esas… ¿Qué opinaría sobre ello? Posiblemente que no le interesa, pero ¿Cómo argumentaría con un sentido crítico su desestimo hacia las rumiantes?
Conociendo, informándose… investigando.
Puedo comprender su desinterés pero no entiendo su calidad de ignorancia en el cúmulo de información que sus ojos tejen cada día.
Para mi, cualquier ser humano tiene la obligación de saber y conocer un poco más de lo que su cerebro está acostumbrado a creer…
El semáforo de la calle González Martínez estaba en preferente para automóviles al segundo justo, de mi arribo al final de la acera. Contemplé las últimas personas en cruzar hacia el lado de la banqueta donde yo esperaba. Una playera roja asaltó mi visión. miré hacia arriba del atuendo sport mientras escuchaba una pregunta proveniente desde el portador de la playera al rojo: ¿Sabes donde están los artesanos que se ponían en el andador de Pedro moreno? Soy vendedor de piedra ranurada –me dijo- y yo les vendo pero desde hace como tres días que no los veo.
Desde hace una semana el supuesto problema de vendedores ambulantes fue solucionado con estrategias políticas proveniente de alguna oficina gubernamental del estado. Los vendedores que no pudieron o no quisieron locales de una plaza subterránea equipada por la escasez del gobierno; pasaron a peor vida.
Al vendedor de piedra le comenté que por la ley que prohíbe la venta ambulante en el primer cuadro de la ciudad, era la razón. Intercambiamos un par de inconformidades sobre el caso y se despidió. -¿Entonces dónde están ahora?- Me preguntó. –Algunos frente al expiatorio, otros en Chapultepec y otros más en la plaza subterránea- afirme por mis encuentros con ellos.
¿y ahora? Pensé…
…pues nada.
Él seguirá vendiendo piedra ranurada a comerciantes con pocas probabilidades de una venta similar que aquellos tiempos en el centro de la ciudad daban.
Seguí caminando… leer el periódico no sirve únicamente para justificar las molestias por gestiones políticas erróneas –como mencionan algunos- sino para aclarecer lo que uno ve en el diario vivir: vacas pintadas, vendedores fantasmas.
Llegué a mi destino. Tres casettes para registro de video intercambiados por cientoveinte pesos:
Deudas intangibles intercambiadas por
Material mortal
Un balance en la calidad. Un comercio justo… pero
¿Un comercio justo?
Retomando las sesiones de historia de secundaria recuerdo que el comercio se basaba en el trueque entre elementos reproducidos, recolectados o trabajados. Ahora existe un papel que legitima un valor estipulado –representado- por poderes políticos y empresariales. ¿Y nuestras costumbres, estrategias de trabajo… valores?
Aterrizo mi mirada en elementos representativos del sistema urbano: semáforos, zapatos de tacón, código postal, humo gris, zonas verdes delimitadas, casas viejas, basura, ruido, construcciones viejas, publicidad y, lo veo ahí.
De nuevo, abrumado entre la melancolía causada el leer la sinopsis cinematográfica. Ese viejo misterioso y admirable que en un pasado incierto me enamoró ¿importa el nivel de tiempo? Yo creo que lo importante es el nivel de conocimiento que la memoria mantiene agazapada en el olvido. Y que todo ser humano debe recordar.
Para recordar hay que investigar qué hacer, para subir a la acción que volará entre todo ser vivo como magia adyacente a la circunstancia…
…circunstancia remota y a la vez ardiente sobre la piel que el presente no deja curar, por las torpezas de nuestro pasado.
¿Tiempo? La medición del único hermano del espacio es infinito y tan claro…
…que su complejidad es incalculable.
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