sábado, enero 09, 2010

Ser un oleaje del Mazunte...

La llegada fue familiar. Nos saludó desde la calle uno de esos ángeles del camino, donde las sonrisas, el baile y el conocimiento humano aparecen como arcoíris. Después reconocí el espacio. Más gente, más autos pero el mismo corazón. La época decembrina es fuerte y llena de movimiento, no como aquellos julios del 2009 y 2008. Las tres visitas anteriores fueron el ciclo de reconocimiento, y en esta cuarta sus oleajes tocaron aun más con mi realidad y nos compartimos. Crece la intensión de acercarse más, de contribuir, de tejer, de compartir. Quedarme en la arena, en los amaneceres, en los esfuerzos o apoyos, en el agua, en las reacciones y hasta en las voces.

Foto: Patricia Karenina
Desde San Agustinillo se ven lso dos abuelos cactus de Punta Cometa

Mazunte crece en la cuerda floja del desarrollo. Entre los que han nacido ahí, los que compran tierra y que provienen de otras fronteras; entre quienes se quedan un largo tiempo a vivir y se sostienen en el lugar, y los que vienen de un tiempo a otro cual golondrinas. y nómadas. Hay algunos que gustan del cemento para sus negocios u hogares. El gris desaparece al verde en ciertos terrenos, y las construcciones mazunteñas –bases con bejuco o palma construidas por temporadas- ya no son las únicas que reinan el espacio. Algunos les gusta que el “progreso” llegue… a otros, les da miedo.

En mis días mazunteños, sentí a la madre tierra en los pies descalzos todos los días, por más que el sol no dejara ni a la sombra existir, siempre me entendí con él para soportar lo que me sujeta como raíz para no caer. A veces tropiezo con piedras por no levantar bien el pie, y curiosamente me pasa más de día que en la incertidumbre de la oscuridad. Me enseño a concentrarme en el andar, en sentir lo que hay debajo… ver tal vez algún latido del corazón central.

Foto: Patricia Karenina
La vida cotidiana en "Paletas Cucui"

La gente camina, pedalea, anda en moto y pocos en vehículo de motor. En días de turismo el tráfico ahogó la tranquilidad del sonido del mar, mientras que la música de celulares y radios sonaban como una competencia de niveles. La ciudad a veces se representa en este tipo de cosas y hasta los mismos que vienen de paso lo resienten “Que se vayan aquellos que se traen la ciudad” dice un defeño tirado en la arena con una guitarra y su mochila. Un círculo de uno 15 humanos escuchamos su opinión mientras que la charla era amenizada con algunos ritmos, de aquella noche. Reunidos por el fuego de un autor anónimo compartimos lo que éramos y como nos sentíamos, junto con quienes traían leña, los que pasaban el tabaco o los que bailaban; los que típicamente “tiburoneaban” o tirados en la arena dormían después de una buena cantidad de alcohol. Nos preguntamos unos a otros el nombre, después de un par de sonrisas y diálogos; y personalmente, la amistad surgió después de que entendieran algunos, que no toda mujer quiere coger en el mar. El amanecer llega, el baile regresa y los nombres se recuerdan. "Te veo después" y si no es… no se olvida. Así es Mazunte, con oleajes que vienen y se van, pero no paran, todo continúa y si uno se estanca; puede hasta enfermar del espíritu.

Foto: Patricia Karenina
El camino al atardecer. Alexandra, mi compañera de viaje.

Mi cuerpo se recargó no sólo físico sino mental y emocionalmente, dando como resultado un espíritu libre que pretende seguir luchando por lo que quiere.;como no perderse la despedida del Sol. Los atardeceres desde el suroeste pueden apreciarse desde varios frentes. Mermejita y su playa liza para correr, brincar, mover el cuerpo y sentir la profundidad de la esfera en todo el espacio abierto. Viene la noche por las montañas y el sol se despide con algunas nubes frente a él. La luna aparece y los dos se miran de frente. Es él el que parte. A veces regalando un amanecer volteado con unas nubes en el paso, antes de que caiga en el agua su fuego solar. Otras, con sus nubes pinceladas mostraba águilas sonrojadas y perfiles sombreados. Punta Cometa, la piedra dirigida más al sur del país es la belleza en lo alto de las playas Mermejita y Mazunte. El aire distorsiona las charlas e invita al silencio, a la exploración del horizonte. Con cantos de alegría y llantos de alcohol, Punta fue uno de los lugares más codiciados por los turistas por ello, bajábamos hacia lindas planicies de arena y sol para despedir a Tonatiuh.

La época más fuerte de turismo en este pueblo oaxaqueño, es vacaciones de diciembre. Los espacios de renta se atiborran, los precios suben y los vendedores también. Los shows en sitios como Luna Nueva, La Barrita, Siddhartha o la Estrella Fugaz a veces se encontraban luchando por prioridad sonora. Los clientes peregrinan entre varios lugares y las horas pasan rápido entre cerveza, baile y vistazo a las estrellas con salida de luna.

Foto: Patricia Karenina
La competencia por el alimento

La luna. El periodo de nuestra estadía en Mazunte nos acompañó la última luna creciente, luna llena y algunos de menguante. El espectáculo blanco sobre las olas de mar alborotaban las aguas durante todo el día, excepto por las mañanas. En sí el carácter del mar fue siempre constante… en cambiar. Al saludarlo a mi llegada, me recibió con sus olas acariciándome todo el cuerpo. Jugueteó y me dejó pararme de manos, sumergirme, y llevarme con las olas. Estaba contento ese día. Estaba con él a mi llegada. Después su humor cambió pero como siempre su juego era con todo el que quería encontrarse con él, no con quien le tuviera miedo.

El hogar del Mazunte es aún verde con un rio que corre con las lluvias, que aunque este año se atrasaron y llegaron pocas, no deja de existir su constante natural. Sin embargo, el lugar sagrado de Punta cometa tiene sus árboles secos traspasados por la luz del sol que toca tierra sin flor y sin olor. El mar aun atrae nubes para llevárselas a su corazón, y traerlas de vuela a tierra con agua nueva. Pero eso sigue siendo lo que esperan los mazunteños; lluvia.

Foto: Patricia Karenina

Existen ideales y sueños, faltan motivaciones y organización, sin embargo, la gente que permanece ahí por más de un año respeta y es respetada por quienes desde siempre han estado. Al menos se intenta en su mayoría. Entre todos, el espacio se construye, viaja por los recuerdos de quienes conocemos el lugar… y ya no queremos dejarlo.

Foto: Un fiestero anónimo en la luna nueva
Los compas locales de Mazunte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente relato!

Gracias

Anónimo dijo...

Mazunte es un pedazo de paraíso en la Tierra. Hace falta visitarlo para volver a ser parte de la naturaleza