martes, mayo 15, 2012

La soberana diversidad que alimenta.



[Texto hecho para el boletín mensual del MAELA]

Las diferencias nos unen y a la vez intentan separarnos. Sucede principalmente al encontrarnos con formas de pensar, sentir, conocer, disfrutar o convivir, distintas a las propias. Al estar de frente por primera vez, la curiosidad nos lleva de la mano a saber más de ese ser humano que pone el sabor de su propia realidad en el instante. Por ejemplo, una mexicana y un(a) guatemaltec@. Una humana nacida en la ciudad y un(a) human@ nacid@ en el campo. Una que pretende aprender del cultivo y un@ que trabaja diariamente con la tierra. Una que ofrece apoyo mutuo con sus experimentaciones de vida, profesión e ignorancia y un@ que está acostumbrad@ a la poca participación de “este tipo” de curiosas urbanas en su vida rural. 

Toda la niebla de diferencias incómodas y dudosas dejan de existir cuando una lucha nos une: la búsqueda de una soberanía alimentaria en la forma de vida. Ahí todo intercambio es bien-venido.

Como esa mexicana, he apoyado en necesidades que surgen desde miembros del MAELA Guatemala principalmente con la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala, [REDSAG] y el Colectivo Aj Mayón. En Guatemala “antes de la invasión española había prácticas buenas y malas. Hay que recuperar las prácticas de los grupos subalternos y no de los grupos dominantes” se lee en Contra Apunte, publicación impresa de la REDSAG. 

Foto: Karenina Casarín
En la parcela de Don Luis en Cantel, Quetzaltenango
Como plataforma de lucha por la recuperación de antiguas y nuevas prácticas de producción sostenible e intercambio justo,  esta Red realiza acciones según dos factores: el abastecimiento de sana y justa alimentación en diversas comunidades del país, y la agenda pública que afecta su cotidianidad.

Entre mis actividades, el pasado mes de marzo asistí al módulo sobre agroecología organizado por la Escuela de occidente de la REDSAG. Diversos facilitadores representantes de la Sociedad Civil en sus comunidades se organizaron para este encuentro que congregó a campesinos provenientes de zonas costeras, bosques a gran altura, zonas frías y secas o cercanas a cuerpos de agua y soberanos volcanes.  

Más de cincuenta personas cargando mochilas y realidades experimentadas en el campo, se unieron para aprender de otr@s que han logrado varios resultados con la agroecología. Como práctica de agricultura orgánica se “mejora la técnica de la agricultura tradicional con aplicación de abonos naturales y recobrando la función de tocar la tierra con las manos” para no sólo proveer de alimento sino recordar la memoria ancestral del respeto a la naturaleza, según explicó el compañero Genaro Simalaj en una de las giras campesinas. Con su trabajo en una parcela de 5 cuerdas (2 mil 205 mts2) ha logrado darle crecimiento a un sistema agroforestal donde imagina tener en cierto plazo “un bosque de alimento”.  

Foto: Karenina Casarín
Explicación del humus de lombriz con los niños
Es así como comienza la soberanía alimentaria porque no sólo se habla de un derecho de alimento como recalcan programas de seguridad alimentaria sino “de que los pueblos tengan la libertad de decidir qué comer y cómo sembrar” recalcó Antonio González, coordinador del MAELA Mesoamérica y miembro también del Colectivo Aj Mayón. La soberanía alimentaria es un tejido de valores con la naturaleza, con la sociedad en la que vivimos y con nuestro propio cuerpo. 

La naturaleza es la que nos provee de vida y no podemos pedirle alimento sano si la herimos con químicos que pueden dar mucha producción pero con pésima calidad. Un campesino de la costa mostró en esta escuela de occidente como en menos de un minuto lombrices californianas murieron con un pequeño puñito de un químico conocido como 20/20 -¿Se imaginan que es lo que le hace a todos los microorganismos que dan salud a la tierra?- Preguntó con este experimento en su propia mano.  

El valor con la sociedad se adquiere al recordar el apoyo mutuo, la solidaridad, la equidad, el esfuerzo propio, la humildad y la libertad que nos hace crecer como seres humanos. Entre campesinos, urbanos, indígenas, mestizos, expertos del campo, profesionales universitarios, hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos nos vemos como iguales al recordar que todos comemos para vivir y re-unidos somos más fuertes que el propio poder de un sistema capitalista que nos oprime diariamente. 

Foto: Karenina Casarín
La refa refle
Sin embargo, nos hemos dejado seducir por sus trampas y con nuestra ignorancia hemos sido derrotados. Una de las actividades en la escuela de occidente fue la “refacción-reflexión”. La comúnmente llamada “refa” guatemalteca es el tentempié antes del almuerzo o cena. Los facilitadores pusieron en una mesa manzana, mango, sandía, agua de papaya, fresa, gaseosa, golosinas y bolsas de fritas para que cada quien escogiera qué consumir. “Nadie de los que estamos aquí nos escapamos de tener hábitos errados” señaló Ronnie Palacios, coordinador general de la REDSAG al reflexionar sobre este tipo de refacción donde varios aceptaron la tentación de los productos chatarra de ese sistema que nos hiere.

“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción” dijo en el siglo XIX el luchador libertario Simón Bolívar y en la escuela de occidente realizada en la ciudad de Xela aprendimos que “los alimentos sanos al igual que la agroecología requieren tiempo, atención y persistencia porque sus resultados son profundos y positivos”. Difícil pero sí se pude lograr “desaprender el consumismo y el irrespeto a nuestra Madre Tierra” y por ello el camino a la soberanía alimentaria es una bandera de la diversidad humana que nos ayuda a recordar la libertad que deseamos para un Buen Vivir. Solo falta que esta intensión sembrada coseche logros. 

Para mayor información de las organizaciones:
REDSAG – Web  
Facebook de la REDSAG  

Colectivo Aj Mayón – Web

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